sábado, 16 de abril de 2016

A pedido del Ministerio de Defensa, avanza la construcción del satélite de observación uSAT-3

Marcos Brito trabajando en la estructura del satélite.

El aparato fue nombrado µSAT-3. Contará con dos cámaras fotográficas y posee un novedoso sistema de propulsión a partir de un motor de plasma, producido enteramente en el país.

Tendrá una vida útil de 10 años y su órbita particular le permitirá capturar imágenes de un mismo lugar con una diferencia de cuatro días. Es fabricado por un equipo interdisciplinario del Centro de Investigaciones Aplicadas de la Fuerza Aérea Argentina, a pedido del Ministerio de Defensa de la Nación. Prevén que estará finalizado en 18 meses.



Un grupo de ingenieros en computación, en aeronáutica, en electrónica y en mecánica desarrolla actualmente el µSAT-3, un micro satélite de bajo costo que realizará tareas de vigilancia y observación del territorio nacional. El trabajo se realiza por pedido del Ministerio de Defensa de la Nación y es llevado adelante por el Centro de Investigaciones Aplicadas (CIA), dependiente de la Dirección General de Investigación y Desarrollo de la Fuerza Aérea Argentina.




La construcción del µSAT-3 comenzó hace cuatro años y sigue la línea iniciada en 1992 con el µSAT-1, bautizado con el nombre “Víctor”, que fue lanzado desde Rusia en 1996 y se mantuvo operativo durante tres años. Posteriormente le siguió el µSAT-2, que nunca llegó a ser puesto en órbita: en plena crisis de 2001, el proyecto fue discontinuado por falta de financiamiento. Actualmente, personal del CIA junto a un grupo de jóvenes ingenieros egresados de la Universidad Nacional de Córdoba avanza en las últimas etapas del µSAT-3.



El funcionamiento de este tipo de motor consiste en la ablación  y subsecuente vaporización e ionización de un material especial (teflón) en presencia de un arco eléctrico producido por la descarga de un condensador. Los iones generados interactúan con el campo magnético propio del dispositivo y son acelerados a gran velocidad hacia el exterior, produciendo el “empuje”.

Para ser catalogado como micro satélite, el aparato debe pesar entre 10 kg. y 60 kg. El µSAT-3 pesará 30 kg. y contará con dos cámaras fotográficas, una monocromática de cinco megapíxeles y otra de alta definición de 16 megapíxeles. Las imágenes obtenidas por esta última permitirán observar con una resolución de 10 metros por pixel. De esta forma, el aparato ayudará a ampliar la capacidad estratégica de vigilancia del territorio nacional.

Entre los adelantos más importantes de este proyecto se destaca su mecanismo de propulsión a bordo, logrado a través de un motor de plasma (ver gráfico). Si bien el impulso que genera es apenas perceptible, si se mantiene encendido por un lapso suficiente de tiempo, permite desplazar el satélite hacia la posición deseada.

Héctor Brito, jefe de proyecto del µSAT-3 y asesor Tecnológico del Régimen del Personal de Investigación y Desarrollo de las Fuerzas Armadas explica su relevancia: “El futuro del sector espacial comercial estará fuertemente supeditado a la posibilidad de reducir costos de acceso al espacio. Una de las claves para lograrlo apunta a reducir el peso del satélite, y la masa del propelente que se utiliza para la propulsión es fundamental". En este punto se destaca el aporte de los investigadores del CIA, porque la propulsión plásmica delineada permite reducir la masa de propelente necesaria en aproximadamente un 70% de la masa del satélite al momento del lanzamiento.

La posibilidad de reducir el tamaño y, consecuentemente, el peso final del satélite, adquiere importancia para la viabilidad económica del proyecto, porque impacta directamente en los costos de lanzamiento. Luis Murgio, codirector y supervisor de la parte electrónica del µSAT-3, lo detalla: “Nuestro país carece todavía de capacidad para poner un satélite en órbita por cuenta propia, por lo que se debe contratar a una empresa para que lo haga. Un lanzamiento sólo para nuestro satélite sería carísimo, muchos millones de dólares. Por eso, la opción es llevarlo como carga secundaria de un satélite principal, que se hace cargo del 80% del costo de lanzamiento (el resto se divide entre los tres o cuatro satélites que viajan como carga secundaria). Hoy el costo de lanzamiento para un satélite como el nuestro es de aproximadamente 30 mil dólares por kilogramo puesto en órbita”.

Otro de los adelantos del µSAT-3, en relación a su antecesor “Víctor”, radica en su capacidad de maniobra gracias a un control de actitud en tres ejes mediante ruedas de inercia y bobinas de reacción magnética. Esto le permitirá eventualmente integrarse a una constelación de satélites que pueden funcionar de manera sincronizada. 

Una vez en el espacio, el µSAT-3 estará a una altura de entre 600 y 750 kilómetros de la Tierra. Deberá ubicarse en una órbita heliosincrónica, que combina altitud e inclinación de manera que le permitirá pasar siempre sobre una latitud determinada a la misma hora.

Se desplazará a una velocidad de 25.200 kilómetros por hora. La estación terrena, esto es, el sitio encargado de bajar la información tomada por el satélite y enviarle las órdenes específicas, estará dentro del predio del CIA y tendrá contacto por lo menos dos veces por día con el satélite, cuya vida útil está programada para diez años. 



Un dato distintivo es que actualmente ningún satélite argentino tiene la capacidad de sacar fotografías con la calidad que aportará el µSAT-3. Si bien existe la posibilidad de consultar imágenes satelitales de mayor calidad a través de internet, estas tienen una antigüedad de meses o años, mientras que el nuevo satélite cordobés permitirá obtener capturas con una antigüedad máxima de sólo 4 días de cualquier lugar del mundo. Esta particularidad tiene una importancia vital, por ejemplo, ante posibles escenarios de catástrofe.



Los plazos que manejan los ingenieros para concluir el proyecto µSAT-3 es de aproximadamente 18 meses. No obstante, este tiempo está supeditado a la disponibilidad de los fondos necesarios para su conclusión. A partir de ese momento, quedará la tarea de contratar un lanzador que lo ponga en órbita, para que una vez en el espacio pueda escribirse un nuevo capítulo en la rica historia aeroespacial argentina y cordobesa.

FUENTE: UNCiencia

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